Todo banquete romano debía estar jalonado por música y danzas, y abundantemente regado con vino. Por eso, cuando finalizaba la comilona, se servían de postre bizcochos y muchos frutos secos que fomentaran la sed y llevaran a los comensales a acercarse de forma reiterada a los ánforas con caldo de Baco-(Dios romano del vino y las fiestas).
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